jueves, 14 de enero de 2010

Comer

Debería cuidarme y no comer entre horas, pero ¿quién puede resistirse? No ha sido una vez, ni dos las que, en mitad de la tarde, me he cambiado de ropa exclusivamente para ir a comprar palomitas. Las mismas tardes en las que tenía tan pocas ganas de moverme que, con tal de no levantarme del sofá veía hasta telenovelas. Pero una simple referencia a la comida, ya sea en la televisión o en mi misma cabeza, me hace dejar todo e ir directa a la nevera.
Un mundo de posibilidades se planta ante mí: embutidos, queso, pizza, postres… lástima no tener Nocilla (mi madre dejó de comprármela hace años porque no duraba ni dos días en la despensa), así que empiezo a inventar. Es una técnica que utilizo a veces: cocinar para no comer. No cocina tal como macarrones, legumbres o platos de mayor elaboración. Con una tarta me conformo. Tarta con base de galletas Tosta-Rica, bizcocho por encima. Después otra capa de galletas. En la última que hice innové: rodajitas de plátano y zumo de naranja. Pero el zumo de naranja disuelto en chocolate caliente que más tarde cubrirá todo el pastel.
Lo que más odio de las comidas es esperar a que se enfríen, ¡qué pérdida de tiempo! Claro, como es lógico, en numerosas ocasiones me he acabado escaldando la lengua, pero bueno, qué le vamos a hacer. Un traguito de agua y a seguir a lo mío. Eso sí, tengo que decir que odio la lombarda. Es más, la aborrezco, con tan sólo oir hablar de ella mi estómago se tensa. Soy más de dulces: profiteroles, tiramisú, tarta de queso, bomba de chocolate…
Después de hablar un poco de mis gustos intentaré describir qué es lo que siento al comer. A medida que la comida se va a acercando a mi boca no es ésta la primera en sentir, es mi olfato. Huelo la comida y siento un deseo irrefrenable de comerlo. Ahí es cuando empiezo a salivar cual perro de Pavlov. Por fin la comida entra. Sentir cómo se va fundiendo con mis papilas gustativas cada sabor es como la unión de un espermatozoide con un óvulo, curiosamente formando algo que también se alojará en mi vientre. A diferencia de ésta metáfora, si sigo comiendo lo de mi vientre no desaparecerá en nueve meses: se quedará alojado allí hasta que se acomode en mis cartucheras. El gran viaje sin retorno.
No entiendo a la gente a la cual no le gusta comer. Puedo entender que estén descontentos con su físico pero, de ahí a no comer para estar mejor… Alimentarse no es algo con lo que se pueda jugar: es necesario. En mi opinión es una obligación para subsistir, ¿de qué nos podemos quejar? ¿Cuándo una obligación ha sido tan placentera? Ojalá estudiar me produjera la misma satisfacción que tomar chocolate, tardaría poco en conseguir un premio Nobel.

1 comentario:

  1. Comer, comer, comer... A mí me pasaba eso hasta este año, como no tenía clase por la tarde en vez de hacer algo de provecho, me ponía a ver la tele acompañada de una bolsa de galgerías.. Ains.
    Un besito su =)

    ResponderEliminar