domingo, 14 de marzo de 2010

Uno meloso tenía que haber

Amistad: esa palabra tan gratuitamente usada en los tiempos que corren. Amo la amistad, amo a mis amigos pero ¿realmente ellos lo hacen de la misma manera?
Amistad, esa palabra que hace referencia a la unión de dos personas con fines únicamente lúdicos y sentimentales, de ningún modo sexual ni carnal.

A un amigo cuando le veo no quiero besarlo

A un amigo cuando le veo no pienso sólo en rozar su piel

De un amigo no busco siempre su atención ni me muero con cada sonrisa suya...

Mi lógica pues, me lleva a una cuestión: ¿por qué se me considera tu amiga si siento todo lo anterior cada vez que estoy contigo?

No estoy enamorada, no puedo estarlo. No te conozco lo suficiente como para merecerme un gesto que implique más que amistad entre tú y yo pero, según esto, tampoco te conocería lo suficiente como para ser tu confidente.

Me encanta escucharte, me alivia poder ayudarte, me enloquece que cuentes conmigo, pero hay cosas que duelen. Mis ojos, en esos momentos, se desvían a cualquier parte que no sean los tuyos, tratando de poner una pared invisible entre tu voz y mis oídos.

Tal vez haya sido yo, la que se ha confundido desde el principio. Me esforcé demasiado por ser más que una amiga y a lo mejor no logré ver que podía serlo, y de las mejores, y que sería lo bueno de nuestra relación. Una nueva pregunta me surge: ¿de verdad lo que quiero es perder tus risas a cambio de un beso que seguramente no lleve a ninguna parte y del que alguno de los dos, seguramente tú, se arrepienta?

Amistad, es necesaria en numerosas ocasiones y sana heridas.

Un abrazo que transmita toda la confianza del mundo y la seguridad de que no estás sola, en ocasiones ayuda más que un beso que no cosquilleé el estómago.

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